Por Iván Sánchez Moreno
30 céntimos de euro es el precio a pagar por uno de los entuertos más retorcidos del arte “español”. Y si el adjetivo se entrecomilla es porque presuntamente el origen real de la obra en cuestión es griego. O tal vez no.
30 céntimos de euro es el precio a pagar por uno de los entuertos más retorcidos del arte “español”. Y si el adjetivo se entrecomilla es porque presuntamente el origen real de la obra en cuestión es griego. O tal vez no.
Quizá es que la estatua escogida como imagen del sello de 0.30 € expedido por Correos durante el mes de septiembre del 2007 no corresponde, como se pretende, con un retrato del galeno Esculapio, sino al dios Serapis... de Alejandría. Para embrollar más el asunto, la de la fotografía en el sello no es la estatua verdadera, sino una copia emplazada en las ruinas de lo que en la antigüedad había sido un templo dedicado a la divinidad. La estatua de verdad no está ni siquiera en Empúries, como indica el sello, sino en los talleres del Museu Nacional d´Art de Catalunya (MNAC), en Barcelona, a la espera de una atenta restauración.
La cosa se complica aún más al coincidir la emisión de este sello con otro casi calcado del servicio postal de Grecia, donde aparece una imagen muy similar de un dios muy parecido (¿es éste Esculapio y aquél Serapis, o al revés?, ¿o ambos son el mismo?, pero ¿cuál, y quién es quién?), que se expone actualmente en el Museo Arqueológico de Atenas (MAA).
En el caso del dios catalano-greco-alejandrino –a partir de ahora “el barbado”, para entendernos– a lo peor en un futuro se le insertan unos brazos equivocados que fueron hallados en 1909 y que hoy, casi un siglo más tarde, se considera que podrían ser “suyos”. En arte, todo es un suponer.
Para liar más la madeja, cabe señalar que una posible propuesta inicial fue fotografiar la estatua original –la del barbado dos veces manco– y, con un PhotoShop de por medio, reproducirla superpuesta sobre un fondo ampurdanés. Viva el engaño por mor de la verdad. Y es que el arte, también, es un dogma de fe... y para crédulos.
Rizando el rizo, ni tan sólo el dichoso timbre identifica correctamente la institución responsable del barbado (el de verdad, pero, ya puestos, también de la copia). El error acaba atribuyendo el sitio reflejado en la imagen como el Museo de Ampurias, así, en castellano, que es un topónimo ya en desuso por estos lares. El colmo del caos es, encima, apreciar que los diseñadores del encargo tuvieron la cortesía de transcribir fonéticamente el nombre propio del supuesto dios: Asclepios. ¿A santo de qué, entonces, traducir Empúries?
Será que entre tanto rollo nadie se entendió bien, tal y como se intuye al haber confesado Pere Izquierdo (director del Museu d´Arquelogia de Catalunya, MAC, esto es, el Museo d´Empúries, ME... –¿Catalunya entera concentrada toda en Empúries?: el mundo es un pañuelo–) que los de Correos no se pusieron en contacto ni un solo día con él para aprobar o no la emisión del sello cuando ya estuviera listo.
La anécdota es una muestra más del chapucismo que caracteriza este país. Tanta negligencia, tanta mentira, tanta verdad a medias, tanto presupuesto (porque todo se presupone) y tanta incomunicación, aunque sea por una excusa idiomática, tenía que cobrarse tarde o temprano un precio. Hoy, 30 céntimos; mañana costará fortunas. Como siempre.
3 comentarios:
Genial y divertida anécdota….tiene premio de parida:
Correos para corregir errores, tiene matasellos…otros organismos son mas caníbales.
Sonriamos pues y sigamos este finde ,lo que su sabio nombre indica.
Un abrazo
De chapuzas y mentiras está hecha esta cabaña que a poco que llueva se moja. En fin, paraguas al canto.
Estimada Paula: Qué bueno leerte de nuevo por aquí, rencillitas aparte. Me alegra volver a tener tu feedback semanal. A ver cuándo nos peleamos de nuevo.
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