domingo, 27 de julio de 2008

LA CIMA DEL UNIVERSO

Por Rufino Pérez

Sol de amanecer, perfumes tempranos, mezclados; la tierra que absorbe las pisadas en su manto suavizado de sudor nocturno. Comienza la ascensión. Hoy llegaré hasta la cima. Sonrío y me dejo llevar por el ritmo cambiante de una carrera suave, cómoda.

Hay un estrecho sendero que te encamina como un largo túnel hacia las primeras rampas de subida. Sólo tú y el corazón saludando a las ramas salientes que vienen a tu encuentro.

La boca del túnel. Comienzo a subir y el ritmo decrece, lento y constante. Una y otra curva, una y otra rampa, hacia arriba. El sol ha crecido un poco más.

Un claro y brillante espejo, el campamento base. El placer de un encuentro a temperatura constante, hoy fresca, siempre agradable. Me sumerjo en ella. Volveré no muy tarde al campamento base.

Pero ahora, sigo subiendo escaleras de piedra hasta una meta volante: primera etapa y subiendo. Ya puedo ver el mar desperezándose todavía en la bruma de la mañana. Es bonito, qué digo, preciosos, un auténtico regalo.

Una larga pendiente me lleva despacio a las dos primeras cumbres. El rodeno ha tomado el lugar de la tierra tibia del canto rodado. Subir, buscar el paso ente pinos y piedras. Da tiempo de contemplar el espejo de azogue azulado y dejar que el sol te robe alguna de las gotas de sudor que nutren la tierra que pisas.

Un collado, primera cumbre; otro, ya coronado. Cada vez más cerca de la cima, en cruz y espigas adornada. Se alegra el corazón y acelera el ritmo. Un poco más y ya habré llegado. ¡Estoy en lo alto! Un pequeño descanso, recomponer el cuerpo magullado y bajando hacia el campamento base. Las Columbretes se han asomado hoy apenas unos puntos en el azul del espejo.

Acelerando, dejándose ir, como se dice. Ahora son las rodillas las que se quejan, pero siguen, me llevan otra vez hacia la tierra que se abre.

Rampas, escaleras y de nuevo el campamento base. Espejo que se deja acariciar, que cubre de perlas el sudor del camino. ¿De dónde viene esa vida en la oquedad de la tierra? No puedo quedarme, pero no estarás solo, y tienes que esperarme. Sabes que un día y otro estaré aquí, contigo hablando, dejando que recibas mi cuerpo agradecido.

Y sigo bajando, acelerando, sorteando guijarros, jugando a pisar firme. La misma firmeza que me hará volver, seguir subiendo hasta la cima un día y otro.

No hay comentarios: