Por Ruben García Cebollero
La foto es de Santorini. Hace mucho calor y las vacaciones no nos han llevado allí. Sin embargo, Jose Manuel Soriano con la ceniza de los mapas nos enseña que la mejor guía se encuentra/ en las ceniza de los mapas... quiero dejar de ser/ un resto del pasado.
Este acertado poemario intenta perseguir lo inalcanzable, transformar al poeta en poema, metamorfosearlo en un cuerpo sin sombras, en ese tiempo que nunca logramos alcanzar y esa existencia que jamás es la nuestra.
José Manuel se interroga, ¿qué es la vida/ sino la forma que le damos?, para que el humo cante la distancia, los caminos que han dejado de existir, el mundo en el que viaja con el lápiz gastado de ida y vuelta, la brújula o el brillo de la última esperanza que le queda.
Y se enfrenta al silencio, al instante que uno roba a la noche en compañía, a los tejados donde nos sabemos esclavos del deseo del que pretendimos huir, o al olvido del agua salada de Stromboli. ¿Quién no ha tenido miedo a volar? José Manuel se interpreta como el papel que no supe/ interpretar. La vida nos arruga como las servilletas en las que quien quiere comerse el mundo se alimenta de palabras, se empacha de sueños, y los paisajes todavía son páginas por estrenar.
Crecer es descubrir que ahora soy sólo un disfraz, y la vida es pensar la vida, algo insignificante, verano eterno, andenes de palabras que le pertenecen, suposiciones, vacíos invisibles, la fuga interior hasta reconocer que la vida/ se desgasta/ por no usarla.
2008 será un buen año poético con versos tan profundos como Santorini, aunque haya que seguir La ceniza de los mapas, para inventar de nuevo otra gran evasión. ¿A dónde te has fugado, tú, lector/a?
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