martes, 30 de diciembre de 2008

La asombrosa historia de las palabras (II)


Llegadas a estas fechas, sin embargo, hay una palabra que siempre llama mi atención. Ya saben: oro, incienso y mirra. Pero… ¿qué diantres es la mirra? Los diccionarios sirven para lo que sirven, pero tienen un problema, dan la definición de las palabras que buscamos con otras palabras que a veces tampoco entendemos. A la mirra la definen como planta aromática de la especie de las no sé qué cultivada en no sé dónde, pero no explican su leyenda, que Mirra fue, por ejemplo, la madre de Adonis.


Lo cuenta Ovidio en el libro X de sus Metamorfosis. Mirra era una dulce doncella que estaba enamorada de su padre. Como Freud no había nacido todavía se sentía terriblemente mal, y la celestina de su criada le arrancó el secreto prometiendo que la ayudaría. Cuando vio el percal fue demasiado tarde y tuvo que cumplir el juramento. Una noche en que la madre de Mirra se fue de picos pardos la criada emborrachó a su amo y le trajo a una vestal para que le hiciera compañía. La hija, pues no era otra, recibió a su padre con un derroche hormonas y lagrimones.
Amparada en la oscuridad y en la cogorza Mirra yació en el lecho paterno cada noche en que faltaba su madre, hasta que el padre se cansó de las sombras y mandó iluminar la estancia. La tragedia estaba servida. Mira que eres golfa, Mirra, y ahora qué le digo a tu madre, yo que pensaba que por las noches estudiabas. El caso es que agarró tal cabreo que la quería matar y Mirra huyó del lecho y de la casa, sintiéndose sucia e indecorosa. Se pasó nueve meses a la deriva y, como ya habrán imaginado, estaba preñada de su padre. El bombo decía basta, que dejara de correr y se preparara para el parto, pero Mirra sabía que las cosas no podían ir bien, que había sido mala y eso los dioses no lo perdonarían, así que les imploró clemencia y pidió que hicieran lo que quisiesen con su vida, pero que salvaran al retoño de sus entrañas. Los dioses, ociosos como estaban pensaron en el asunto y decidieron que después de su pecado Mirra no podía mancillar el mundo de los vivos, pero tampoco el de los muertos, así que la convirtieron en un arbusto, mirra tú por dónde. Mientras su piel se agrietaba y el verdín le cubría los ojos sintió que la barriga se le abría y de entre la corteza nacía su criatura. Dicen que cuando rompió aguas la resina de la corteza era la esencia de la mirra y Adonis nació de una belleza parecida.

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