Por Carlos Rull
Hasta hace muy poco, lo único que sabía sobre Tom Stoppard era que había nacido en Chequia, que residía en la Gran Bretaña y que había escrito y llevado al cine Rosencratz y Guildersten han muerto, hilarante y sorprendente revisitación del shakesperiano Hamlet, algo así como un Hamlet visto por detrás, o exactamente eso. Sin embargo, no hace mucho leí que Alex Rigola, uno de aquellos directores a cuyos montajes vale la pena acudir – el acongojante Titus Andronicus, el inteligente montaje de Glengarry Glenn Rose, la arriesgada y sublime 2666 - estaba adaptando una obra de Stoppard. El producto que dos nombres como esos prometía no podía decepcionarme. Y no lo hizo.
El Rock ‘n’ roll de Stoppard deviene en manos de Rigola una obra densa y arrolladora a la vez, simultáneamente intelectual y pasional, divertida y trágica, política y humana, de una autenticidad y una cercanía implacables e implicadoras. Y es que el espectador se ve rápidamente sumergido en este canto a la libertad, personificada - si así puede decirse – en ese rock ‘n’ roll rebelde por indiferente de los Plastic People -, al amor y a la amistad, esos valores que, por encima de ideologías y creencias, fundamentan el sentido de nuestro lamentable paso por el planeta.
Rock ‘n’ Roll reconstruye en boca de los protagonistas los enfrentamientos intelectuales que los pensadores y líderes del reformismo checo protagonizaron en artículos y columnas durante los peores años de la represión comunista, desde la Primavera de Praga hasta la caída del Muro. Sin embargo, debajo de los conflictos políticos y los sesudos debates se revela en toda su intensidad el auténtico drama de aquellos sometidos a los vaivenes de la historia y al capricho de los poderosos – esto es, de todos nosotros -, el drama de la lucha por la libertad incluso en la derrota y la capacidad de la amistad – el amor-, la sinceridad y la autenticidad como baluartes personales y grupales ante lo absurdo de sistemas, ideologías y otras pesadillas colectivas.
Con sobriedad pero con una considerable muestra de imaginación escenográfica, Rigola ha llevado a escena las largas charlas políticas e ideológicas de los personajes - sostenidas a lo largo de tres décadas - con inteligencia no exenta de un humor que las exonera de una posible pesadez. Pero además ha sabido primar – gracias a un extraordinario elenco - el soterrado discurrir de los sentimientos, las pasiones y las emociones, que son, al fin y al cabo, el material del que está hecha la historia que más merece la pena contarse.
El montaje ya no puede verse. El domingo 19 fue la última representación. Con ella se fueron tantas cosas que desde el escenario se creaban en la magia fugaz del teatro: la duda, los remordientos, la traición, la libertad – personificada en esa idealización del rock en que se convierte Syd Barret, el dios Pan que hace sonar su flauta en la primera escena del montaje -, la amistad – ¡qué gran momento el abrazo final entre Jan y Max! -, la humildad y la esperanza, el embrutecimiento en el que nos hace caer todo sistema en algún momento, el amor que sobrevive a los años y a la distancia y a la ignorancia y al conocimiento, y la triste historia de un pueblo y una ideología que, perdidos en la corriente del tiempo, nos siguen dando lecciones.
7 comentarios:
Hello, Carles.
Bufff! vaig veure Rosencratz and Guildersten are dead quan la van estrenar, l'apoteòsic i olímpic any '92, amb un company de la uni, any que, qüestions d'atzar, va coincidir amb, ai las!, el meu últim any de carrera. Havia llegit Hamlet amb mooolta cura, me la sabia de memòria, requisit sine qua non per aprovar l'assignatura de drama de 4rt. I va resultar refrescant i subversiva la rèplica antiheroica a la grandiloqüència dels qui (im?)merescudament han passat a formar part de la Història. I a més, demostra que el concepte de 'danys col·laterals' no va ser un invent americà del s. XXI, je, je!
Per cert, crec recordar que el tractament del tema -angoixa existencial, inevitabilitat de la mort, tragèdia hilarant al més pur estil grec, bla, bla, bla- s'assembla bastant amb el que en va fer Beckett a Waiting for Godot.
A l'Stoppard se li ha de seguir el rastre, perquè és molt bon guionista.
Ara, de l'obra que tu comentes, ni flowers. Fa decennis que no vaig al teatre!!! És estimulant constatar que hi ha qui encara troba temps per fer-ho!!!
Best kisses and all the rest,
Ester
Sí que és cert això de la similitud amb el Godot, el diàleg més o menys banal però ple de trascendentalitat entre dos personatges grotescos és força paral·lel a les dues obres, i la angoixant temàtica de fons té molts punts de contacte.
I què gran escena la del partit de tenis conceptual de Rosencratz i Guildersten!!
Després de veure Rock'n Roll - jo tampoc en sabia res d'aquesta obra abans de anar al Lliure el més passat - vaig poder llegir Arcàdia, una crítica feroç que Stoppard dedica amb molta inteligència al mòdel de coneixement occidental. Tot investigador, especialment els filòlegs, hauria de llegir Arcàdia.
Gràcies pel comantari, Ester. Una abraçada.
I aquesta Arcadia de què parles, és teatre o prosa? No sabia que l'Sttopard es dediqués a res més fora del teatre.
Per cert, com que parles de Txèquia, algú sap com ha acabat el tema del M. Kundera i l'acusació d'haver fet de xivato en l'època comunista? Amb el tip que em vaig fer de llegir-lo en el temps del fenomen La insuportable... i tota la resta!
Kisses,
Ester
Arcàdia és obra de teatre: crec que Stoppard és bàsicament dramaturg. Per cert, he aconseguit un parell de discos dels The Plastic People of the Universes, el grup real que la obra Rock'n Roll fa servir com a referència, i són... bé.. diferents.
Del Kundera ni idea, ho sento.
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