miércoles, 4 de febrero de 2009

Un juego: dos relatos

Por José G. Obrero

¿Cuál os parece más literario?

La semana transcurrió bastante mal: me había saltado la dieta y había zampado carne al menos cuatro días. Me contuve por las noches, es cierto, y las cenas a base de ensaladas me devolvían a la normalidad. Ese día en concreto había almorzado más de la cuenta: un filete a la plancha y unas patatas fritas, así que salí a correr para calmar el sentimiento de culpabilidad. Di tres vueltas al circuito (una más de lo habitual) e hice una tabla de flexiones y abdominales. Tras los estiramientos, ya calmado, me dispuse a volver a casa. Entonces la vi. Era ella. La misma chica que me tuvo absorto el año anterior. Era china o japonesa (no lo sé distinguir) y trabajaba de camarera en el restaurante oriental que había frente al gimnasio. Era la mujer más sensual que había visto nunca. Nada escapaba a su belleza: su piel blanca, sus ojos grandes y su boca carnosa. Pero más allá del físico había algo que la elevaba por encima del resto: la manera de acariciarse el pelo, de parpadear lentamente. De pronto sentí la necesidad de seguirla, y anduve tras de ella hasta que llegó a la parada del autobús. Me senté en el banco de la parada y la observé haciéndome el distraído. Cogió el siete, “debe vivir en Cañero” pensé, y por un momento estuve tentado de subir y aprovechar para forzar una conversación, pero no fui capaz.
Lo que quedó del día fue una maraña de pensamientos en torno a ella: ¿cómo se llamaría? ¿La volvería a ver? ¿Y si cada día cogiese el autobús a la misma hora? ¿Qué le puedo decir si la veo? No cené. Ni siquiera me puse la crema hidratante y el contorno de ojos antes de irme a dormir. Pasé la noche en vela.
Al día siguiente lo había decidido: iría a la parada a la misma hora. Y así lo hice, pero no apareció, ni ese día, ni el siguiente, ni el resto de semana. Sin embargo, se había convertido en una rutina ir a correr al circuito y esperarla en la parada, y al cabo de un mes apareció. Iba muy arreglada y acompañada por un tipejo que la cogía por la cintura. Un tipo gordo, calvo, bastante mayor que ella. Cuando ya se alejaban ví como el tipo le metía la mano burdamente en el culo, después se giró y me miró con una sonrisa que decía: “este dulce es mío”. Desde entonces tengo la necesidad de correr más y más, y no parar de hacerlo, sentir que mi sangre bombea con tal fuerza que acalla mis ruidos internos, el chirriar de mis pensamientos, el maldito compás del desamparo.


La semana transcurrió bastante mal: había salido varias noches seguidas y todas habían terminado igual: con una resaca inhumana. A veces empezaba a beber a medio día y a las dos de la mañana seguía el recorrido por los bares en compañía de Álvaro y el canalla de Julián. Ese día sin embargo me contuve, y estuve en casa escuchando los viejos cedés de Radio Futura mientras fumaba unos cigarrillos. Por la noche decidí dar una vuelta por mi cuenta, no aguantaba más en casa y el cuerpo me pedía diversión. Me fui al Pop-rock, siempre tienen buen ambiente, y con un poco de suerte encuentro gente con la que charlar. Encendí un cigarrillo y pedí un gintonic a Maica, la camarera. “Te ha estado buscando El Guiri” (un tipo al que llamamos así porque es rubio) me dijo Maica, “¿Sabes que quería?” le pregunté, “No sé. Las típicas cosas vuestras, imagino”. En ese mismo momento El Guiri apareció por la puerta. “Eh Miguel, vas a alucinar con lo que te traigo”. Nos fuimos al baño y nos metimos unas rayas. Sabía que se trataba de eso. El Guiri es uno de esos tipos que necesita compartir, lo hace desinteresadamente. A la salida del baño, me la encontré de frente. Era ella. La misma chica que me tuvo impresionado el año anterior. Una japonesa o china, no sé muy bien, que trabajaba en el 24 horas que había enfrente del Underground, el afterhour del centro. Era tan guapa, tan sexy, que a pesar de que comprábamos siempre ahí los bocadillos cuando salíamos con hambre del Underground, nunca me atreví a abrir la boca. Ella me decía el precio y yo extendía las monedas. Además, no era la típica oriental sin formas, tenía unas tetas y un culo que sería la envidia de cualquier Pin Up. Me propuse entrarle pero de pronto me dio miedo estropearlo de lo que puesto que iba. Me senté en la barra y encendí un cigarrillo. Esperaría a que se me pasara el subidón y luego le diría algo. Sí, lo tenía claro. Por desgracia, en el mismo momento en que le pedí otro gintonic a la camarera, la perdí de vista. Pensé que se habría escabullido entre la gente y la busqué por todo el local, pero no hubo suerte. El Guiri me cogió del brazo y me gritó “¿Pero dónde estabas?” Volvimos a ir al baño. Ese día no podía dormir, en parte por la cantidad de coca que había esnifado, claro, pero también porque no dejaba de pensar en ella. En su cara, en su boca, en su cuerpo. La coca me excitó y me hice una paja a su salud. Pero no era una paja normal, había un sentimiento, una desazón que no había experimentado antes. Necesitaba verla, me volvía loco. Me propuse ir al Pop-rock la noche siguiente. Pero no apareció ni esa noche ni las sucesivas. Al cabo de unas semanas, cuando ya lo daba todo por perdido apareció. Iba muy sexy con una minifalda y botas altas de tacón. La acompañaba un tipo que no dejaba de sobarle la cintura. El típico cachitas que se pasa el día en el gimnasio. Uno de esos cretinos que va en manga corta en invierno con una camiseta a punto de reventar. Al llegar a la barra pidieron dos zumos de tomate. Me quedé hecho polvo. Desde entonces no tomo coca. No quiero que mi sangre bombee todavía con más fuerza, ni que me atosiguen mis pensamientos. Ya no bebo gintonics, sólo cerveza y por supuesto, fumo cigarrillos como un loco.

16 comentarios:

Unknown dijo...

Pues no sé. ¿Puedo pedir el comodín de la llamada? Los dos. Ninguno. Es más fácil el tópico del narrador canalla, pero por qué no va a haber gente sana y deportista que escriba, y hasta piense - los futbolistas al margen, claro, bastante tienen con poder balbucear alguna frase coherente -. En todo caso, puestos a escoger, yo me quedo con la china (o japonesa).
Un abrazo.

José García Obrero dijo...

No es tanto una cuestión de narradores si no de personajes. Hay una tendencia, en especial entre cierto sector literario, a escribir sobre el canalleo, sin embargo me cuesta encontrar personajes saludables. Normalmente somos unos inconstantes y participamos de las dos cosas: bebemos y corremos. Fumamos y comemos ensaladas. Incluso somos el gordo calvo que coge a alguien por la cintura.

PD. El comodín de la llamada se acepta pero decir "ninguno" no se admite en el juego por aquello de la autoestima del autor.

Un abrazo.

Unknown dijo...

Siento lo del "ninguno", mala respuesta. Como el segundo personaje, también estoy algo resacoso.

José García Obrero dijo...

No hombre, no. Te lo decía de broma. Lo malo de internet es que te pierdes la comunicación no verbal, pero estaba de coña.

Un abrazo.

PD. Dicen que se quita con una cerveza pero es mejor un Tía María.

Anónimo dijo...

Si hay que mojarse,me quedo con el segundo,el primero esta a régimen(políticamente correcto) y se le nota falto de vidilla...necesita urgentemente un plan pons(pontelo,ponselo je,je).
Conste que el segundo,no me apasiona...tú ,no has acabado de entrar en el juego de los chinos je,je...tu raya(lo he visto) está más allá,donde se cruza la poesía.
un abrazo.paula

gonzalezcastro dijo...

El segundo es mejor, sin duda. Es más preciso y está mejor ambientado, con más detalles concretos. Aparte, el primero acaba muy eufónico, con ese endecasílabo, que los lectores de cuentos rara vez toleran (si leen este género es precisamente para evitar leer poesía).

Carso dijo...

yo me quedo, como carlos, con la china (o era vietnamita?). en cuanto a las tendencias coincido contigo, con los personajes ambiguos fumadores de ensalada y comedores de cigarrillos, deportistas con el musculo de los dedos inflado de tanto onanismo con el boligrafo. me gusto el juego. un abrazo, compadre.

José García Obrero dijo...

Paula: yo me quedo, sin dudarlo, con tus comentarios. Eso es literatura!
Andreu: al final va a resultar que debería escribir poesía con forma de cuento. Bueno, creo que ya lo ha hecho alguien por ahí.
Óscar: si te quedas con la china yo me apunto a un trío o un cuarteto.
Un abrazo a tothom

Carla dijo...

Hòstia puta, Jose (perdona la burda expressió), ets brillant! Personalment penso que és igual quin és més literari o no, perquè mai no em preocupo de distingir aquestes coses (generalment em sembla una pedanteria estúpida, Potser és radical, però és la meva opinió). JO només em fixo si el text batega o no batega, si em diu alguna cosa o és un mer exercici d'habilitat sintàctica. I del que no tinc cap dubte és que els teus relats bateguen amb força, embaladeixen, i generalment m'agraden molt. Personalment m'ha agradat més el primer, perquè em genera més atmosfera i el trobo més dinàmic; el segon, segons el meu parer, està descrit de forma més sòrdida. El primer parla d'un personatge insegur i el segon d'un personatge destructiu. Però els dos són genials.
Gràcies per compartir.
Un petó!

José García Obrero dijo...

Carla, no tinc paraules. Me n'alegro que t'hagi agradat i...qué carai, quin comentari més agradable! Avui, fins i tot, fa bon dia.

Un petó.

Anónimo dijo...

Havent llegit els dos, i així, com un impuls, sense saber explicar el per què...em quedo amb el segon...

paula dijo...

Veo querido José,que ni provocandote sacas la poesía para respirar...ya es otro año para la cascara ,ponle una rayita más je,je
Un abrazo.paula

paula dijo...

Gracias por la estimulante rayita...me la he fumadoy la recomiendo.Aquí está el link...poesía para respirar.
Abrazo.Paula

Rubens Molina dijo...

Esto és de prueba

Rubens Molina dijo...

Funciona!
Pero ¿Qué ha pasado? Me despisto unos días y me encuentro con literatura pura directa a la vena. Ya es difícil escribir un buen relato y encima vas de chulo y lo reescribes agitado y con hielo.

José García Obrero dijo...

Querido Rubens, un elogio tuyo es como llevar semanas sin comer y que te pongan un manjar. Como dirían los Chichos: ni más ni menos.

Setenta abrazos.