miércoles, 4 de marzo de 2009

SREBRENICA


Por José G. Obrero



El día anterior mi madre había comprado una bolsa de rejilla por donde trataban de escapar asomando sus antenas. Después los puso en la pila que teníamos en la galería y les esparció harina por encima para que se purgasen. Y así, enharinados vivos, pasaron la noche hasta que, al día siguiente, mi madre rompió por fin la bolsa y los echó en el lavadero de la cocina. Era como un ruido de maracas. Las cásca­ras chocaban una y otra vez entre sus manos. Yo los escuchaba desde el comedor donde veía la tele, y de vez en cuando miraba hacia la cocina y veía el perfil de mi madre atareada y concentrada. Ese día la programación se interrumpió varia veces con noticias que llegaban de la guerra de la ex-Yugoslavia salpicando las retinas con imágenes duras para un niño: cientos de personas huyendo con sus pertenencias, cuerpos destrozados. Un señor con gorra azul aseguraba protección para toda la po­blación. Después el entrechocar de cáscaras me devolvió a la realidad de la cocina, donde mi madre comenzaba a colocar una gran olla en el fuego. Los caracoles de­bían hervir a fuego muy lento, y en el transcurso de su lentísima agonía se aferraban a la vida intentando escalar las paredes de la gran olla metálica. En el comedor, la voz monótona del televisor relataba cómo una de las facciones en lucha amenazaba con masacrar a la población que huía, desoyendo las palabras del señor de la gorra azul. Sentí la necesidad de intervenir en mi mundo y corrí a la cocina. Imaginé que los caracoles estaban bajo mi protección. A los más esforzados, los que estaban a punto de alcanzar el borde de la olla, decidí rescatarlos. Aprovechando una ausencia de mi madre cogí un puñado de ellos y antes de que volviese, abrí precipitadamente el balcón de nuestro ático y los arrojé al vacío. Me sentí como un soldado que había cumplido con su deber. Cuando mi madre volvió me miró extrañada. Ese día comi­mos caracoles. Dos tazones colmados.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya... si los lanzaste desde un ático,... ejem :)
Chamuscados y a pedacitos jajaja (qué mala)

Pues yo no he podido probar nunca caracoles, estoy en camino de ser vegetariana. Me dan lástima. Recuerdo un dia de peque que los vi en una de esas bolsas de rejilla, intentando escapar y vaya, que que puse a llorar.

Carla dijo...

Com sempre, José, gràcies. Gràcies per fer-me sentir, gràcies per ser tant brillant. M'ha encantat, i has descrit a la perfecció perquè sóc vegetariana. Un petonàs.

José García Obrero dijo...

Cristina i Carla, gràcies pels vostres comentaris sempre reconfortants. Un altra dia parlarem dels cargols des de l'òptica més positiva. La te. Un resum: Córdova, nit, flor de taronger, primavera, puestos amb fanalets i música, gent, cervessa, viva la vita, baby.
Si feu un viatget per aqui en aquestes dades, encara que no els menjeu, heu de veure aquests puestos. Jo us faig el guia.
Fins la próxima.

Petons.