martes, 12 de mayo de 2009

Cosmopolitan


(Oscar Sotillos)
La chica guapa del andén se lleva todas las miradas. Las mujeres por admiración, los hombres por supuesto. Las chicas guapas se llevan todas las miradas en todos los lugares. Pero esta no. Esta ha ganado el premio. Fue guapa, lo sigue siendo, pero ahora enseña su esqueleto sin pudor, su piel transparente como una lagartija de la noche. Y cree estar gorda, cree por los pellejos que le cuelgan de los codos que le sobran kilos. Entre los piercings y tatoos de la moda su piel lisa es toda una novedad. Si tuviera pendientes en los párpados o cenefas tatuadas en los tobillos su cuerpo de alambre estaría perforado de un lado a otro, le saldrían las venas por los agujeros, se le escaparían los huesos en busca de otro cuerpo.


El metro llega y bendice con sus puertas abiertas a los esperadores del andén. Ella entra la última. Ya no quedan asientos libres aunque merecería que le regalaran el dedicado a los ancianos. Pasea su cuerpo por la plataforma, se cuelga de los mástiles, sortea sombras. La pasarela del vagón la recibe con expectación. Hay miradas desde todas las direcciones hacia ella. Hay que mirarla con atención para no perderla de vista. Querría gritarle: “¡Estás gorda, enormemente gorda!” para ver su reacción ante lo estúpido de semejante afirmación. Imagino a todo el vagón riendo hasta que ella también se pone a reír. Alguien le ofrece su almuerzo y ella consiente en picotearlo como una paloma tímida. Pero no. El pasmo se trunca en pena. Si alguien tuvo deseo en los ojos se lo ha quitado frotando sus pupilas con esparto. La niña ha sacado del bolso un espejito mágico. Ahora lo entiendo todo. El espejo está equivocado. El tendero a quien se lo compró era empleado de la Casa de los Espejos en una feria ambulante. Es una lámina cóncava donde se mira y se ve gorda y fea, su cara estirada y redonda, sus labios inflados. Busca un rincón al final del vagón y se sienta en el suelo. Todos la seguimos mirando mientras saca del bolso unos pinceles y colorete encarnado. Se pinta los pómulos, se pinta los labios, se pinta los ojos.


Había sido tan bonita. Es esa chica de las películas, es esa chica maldita. Si fuera hombre se llamaría James Dean y de sólo mirarla sabes que va a morir. En la próxima escena, o en la otra, quizá, pero sabes que a la vida le faltan cuatro días para cansarse de ella y dejarla en la cuneta de alguna película de serie B. Pero en los andenes del metro no hay periodistas que desenfunden su bloc de notas para hacer entrevistas, princesa, y si la muchedumbre te abre paso es por tu condición de mariposa a punto de morir. Quien te engañó merece las ruedas del metro por corbata y un aplauso de la multitud. Tú recibirás en la boca besos de tus amantes, pero cuando te hayas secado, cuando te hayas acabado de secar ni siquiera ellos vendrán al entierro de tus ojos. Entonces los pétalos de tus pestañas servirán para ser deshojados por gente como yo que preguntaremos a la margarita de tus ojos si nos quieres, si no nos quieres. Pero no conformes con tu silencio besaremos los labios secos que ya no quieren tus amantes, que ya sólo están hechos de recuerdo, como los dedos de un taxidermista o el ectoplasma de un fantasma.


(del libro La Fruta del tiempo, ed. Baile del Sol, 2008)

4 comentarios:

Beatriz dijo...

Alarm, Alarm! -que gritaban los marineros en Das Boot. Ahí es nada. Te estás metiendo en camisa de once varas, Óscar. Y conozco el terreno. Tú también?

No hay tren, ni espejito -ni de bruja ni de mercado ambulante- ni tren que valga. A esas alturas, el tren está ya perdido. Y ya no va a haber andenes, margaritas con pétalos, ni besos de amantes, ni de madres, ni de padres ni de amigos, ni siquiera de amigos. Sólo dos inmensos moratones bajo los ojos y un agujero apenas perceptible en un alma sin cuerpo pero con mucha memoria.

Así que vamos a poner velitas para conjurar al mal tiempo.

A la par, poéticamente bello y terriblemente doloroso.
:)

paula dijo...

Muy oportuno el metro,para contarnos este sobrecogedor cuento de princesas deshuesadas donde la muerte tiene los derechos de imagen.
Me ha emocionado tu poético beso a la bella muriente....sabe a fruta fresca sin aditivos ni colorantes...tal vez le abra los ojos a otros paraísos ,donde no importen los envases.
Un abrazo.paula.

Mercè Mestre dijo...

La fruta del tiempo está en su punto justo de máxima belleza poética y prosa madura, cortante, firme, precisa, fresca. Terrible por buena i buena por terrible. Extraordinaria, desde la primera mayúscula hasta el último punto. Felicidades de verdad, Óscar.

Carso dijo...

Mas vale tarde que nunca: gracias Esther, Paula y Mercè por los comentarios, siempre es un placer encontrar feedback, y mas cuando es tan positivo, aunque el sujeto sea amargo. No, no conozco en carne propia el asunto, Esther, pero bueno, mas cerca, o mas lejos, es una gripe que se respira en una sociedad en crisis no solo economica.