jueves, 4 de junio de 2009

EL MAGNUM ENLACE

viernes 5 julio

Miró de reojo desde la cama el vestuario, que su madre le había preparado para la ocasión, el cual reposaba con todos sus complementos, perfectamente planchado y dispuesto, sobre su gabán de noche.

De pronto, sintió que la corbata anudada al maniquí sin cabeza, le enviaba señales con destellos de patrióticas estrellas, que se balanceaban sobre el fondo de su amada bandera.

Aunque aún era temprano, siguió la señal y comenzó a vestirse invadido por la excitación. Tan nervioso estaba, que tuvo que repasar pacientemente la hilera de botones de la pechera de su camisa, pues estos, se emperraban en desertar de sus ojales empujados por su pecho henchido de orgullo. Tampoco lograba ajustar el nudo de su discreta a la par que elegante corbata, para centrarla y ponerle la valiosa aguja con el emblema de la asociación familiar.

Cuando por fin acabó de componerse, se echó colonia de macho y acabó de espabilarse con bofetadas de loción para afeitar, que a falta de asidero resbalaba por su imberbe piel y se le pegaba a los dedos.

Miró el reloj y aún andaba bien de hora, así que decidió ensayar su firma por última vez. Su esmerada educación, no le había dejado tiempo para aprender mariconadas y sólo tenía una ligera noción de leer y escribir.

Con serias dificultades, pero ilusionado por el deseo de estampar su firma en la licencia, cogió el bolígrafo y, sin temor a las descargas de tintas, letra por letra repasó su nombre: John Cassidy.

Acto seguido y hecho un primor, bajó discretamente las escaleras y atravesando el jardín, que ya estaba engalanado de fiesta y humeando barbacoas, fué al garaje. Allí cogió el recién estrenado coche, regalo de su papi al cumplir los 16, y se enfiló en busca de los papeles necesarios para conseguir sus sueños.

Canturreaba feliz de regreso a casa y aprovechaba las paradas en los semáforos para mirar abobado la flamante licencia conseguida, que le permitiría, por poderes, celebrar su ansiado enlace.

Cuando tomó la última curva antes de entrar en su garaje, ya divisó a su padre apostado junto al cura, en la entrada de su casa. También reconoció a su vecino y padrino de su enlace, un afamado miembro del Club del Rifle, que hasta físicamente tenía una retirada al Clint Eastwod, charlando con su madre.

Impulsivamente, aparcó en la misma puerta de la calle y bajó eufórico sacudiendo los papeles con la mano. Sus padres corrieron a abrazarle y, cariñosamente mientras su madre lo repeinaba, le alisaba el traje y le prendía una flor en la solapa, lo acompañaron al jardín donde ya esperaban los invitados.

Todos rompieron a aplaudir y a ondear banderitas de bienvenida, mientras él con paso firme, acompañado de su padrino y esquivando las guirnaldas que salían a su paso, ocupaba su privilegiado lugar para la ceremonia con contenida emoción.

Al son de la música y divinamente vestidos, se le acercaron dos angelitos portando una decorada caja, que prácticamente tapaba un enorme lazo de tul color carmín, y se la ofrecieron entre vítores y aplausos de los convidados.

Prácticamente desbordado por la situación, volvió la mirada a su padre para cobrar fuerzas en sus fanatizados ojos y, en un gesto de sincero homenaje, se la pasó a su padrino para que la desenvolviera.

Cuando el doble del Clint destapó la caja y mostró a la armada novia: una bella mágnum 44, un murmullo de admiración salió de las gargantas de los presentes y hasta el cura tuvo que santiguarse varias veces, para pedir perdón por sus libidinosos pensamientos.

John miraba absorto a la futura Sra. Cassidy y apenas podía reprimir sus ganas de acariciarla al final de la ceremonia. El sacerdote intuyó sus ruegos y rápidamente despachó los preámbulos y pasó a los amorosos juramentos.

Pero aún así llego tarde, el enamorado no pudo contener su excitación morbosa, pues encima la novia era negra, y tras sobarle la culata tuvo una imparable erección, que le impidió ver más allá de sus enfermizas ganas de poseerla.

Viendo su cara desencajada paró hasta la música, pero el hacía rato que no escuchaba más que sus instintos. Delante de todos le abrió las entrañas y, sin piedad la penetró lanzándole balazos de deseos de grueso calibre.

Descargado de pasiones y colmado de ansías dijo alto y claro: “Si quiero, en la enfermedad y juro matar con ella”.

Colorín, colorado este cuento, desgraciadamente, no ha acabado…por cierto se comieron algo más que perdices y tiraron a algo más que al plato.

3 comentarios:

Beatriz dijo...

Tiraron al plato o se tiraron al plato??? Jaja!

Pero en lugar de Clint Eastwood, que sí empezó con el spaghetti western, el padrino tenía que haber sido Charlton Heston. O ya está criando malvas?

Bueno, Paula, muy bueno. Si es que tenían que prohibir las bodas, y si son americanas, con más motivo! (serán burros los capullos!/serán capullos los burros!).

Ala, buena sprintada de final de curso, chavaleta. Que después tenéis la perita en dulce de las vacas. Quién las pillara! Pero no, ni eso me hace volver al redil. Ahhhh!

XXL kiss :)

José García Obrero dijo...

Buena caricatura del lado más casposo del pelo del tio Sam. Sólo una cosa, no se casaron por poderes la novia estaba ahí ¿no? con su pedazo de culata (esa parte es mi favorita). A no ser que la verdadera novia fuese un Magnum de chocolate y por poderes se casase con el Magnum de mr Charlton Heston, que efectivamente, Ester, está criando malvas o crisantemos.

Un abrazo a ambas.

paula dijo...

Si Ester, se tiraron to lo que se menea y se pusieron hasta la bandera por corbata je,je.Gracias por tu comentario y por recordarme otros magnums más sabrosos,con sabor a vaca.Ando muy cansadita.
José, la novia no era, desgraciadamente,de chocolate,aunque si fría y negra.Por poderes me refería a la licencia para calentarla...desde luego ella estaba allí, con su talla 44 y su buena culata.Gracias por tu comentario.
AH!!! por cierto compas, admito Charlton Heston como padrino de compañía , lo vestiré de malva je,je.
Un fuerte abrazo.
P.D)Hace poco que volví a verlo y todavía me dura la tristeza.
http://www.youtube.com/watch?v=SgBrPjOgWbM