sábado, 6 de junio de 2009

LOS SECRETOS DE LA REINA, de X.R. TRIGO



Por Rubén García Cebollero

Hay novelas cuyas palabras liberan múltiples sentidos. Digo sentidos y no significados. Digo novelas porque una misma novela puede ser más de una. Digo sentidos porque las palabras se huelen, se tocan, se olfatean, se paladean y se ven en Los secretos de la Reina.
Xulio Ricardo Trigo ha escrito dos buenas novelas en una. Por un lado, la histórica. Por el otro, la negra y criminal. La idea del manuscrito reencontrado es un recurso ampliamente utilizado en la historia de la literatura, desde el mismo don Quijote de la Mancha hasta El nombre de la Rosa, por ejemplo.
En Los secretos de la reina, el manuscrito de Montblai une dos tramas:
1) La primera nos sitúa en la época del maestro Aloi de Montbrai, y su vida de escultor a mediados del siglo XIV, en Poblet. Allí la figuras del rey Pere III y de su esposa Leonor de Portugal harán que todo se mueva, como en la peste de la época, entre el cielo o el infierno que la iglesia o el comercio predicaban.
2) La segunda nos sitúa en un presente desde el cual, Enric y Beatriu, dos historiadores de la Universidad de Barcelona se enfrentan a la historia, la manipulación y la verdad a partir de la muerte de un conocido común, Ricard. De ahí que tengamos los ingredientes primarios del género negro, criminal o policíaco como son el crimen (con su lugar y motivos), el criminal o los sospechosos (con el modo, el posible móvil y la víctima), y la investigación (con los detectives) que discurre paralela al conocimiento de otros datos, y a la participación de secundarios tan buenos como el padre Guillem Rosa, quien firma el prólogo, como ex abad de Poblet.
No es de extrañar la forma en que se articula esta buena novela múltiple, pues ya en el primer capítulo X.R. Trigo señala mediante un personaje que: "hay objetos, datos, ideas que se atraen entre sí, que pueden reunirse por una suerte de atracción secreta, por una confabulación de destinos paralelos".
En cuanto al personaje de Bea, se la presente como una historiadora cuya profesión es: "una carrerra de dos seres famélicos que, aun habiendo en la meta comida suficiente para saciar el apetito de ambos, luchan por el privilegio de escoger lo que más les apetezca".
Delibes decía que una novela es un hombre, una pasión, un paisaje. SIn duda, aquí son múltiples los personajes, las pasiones y los paisajes que confluyen. Tanto los del siglo XIV como los actuales, como los inherentes a la visión del autor. Entre todos ellos destaca Poblet, que no deja de ser un símbolo del poder eclesiástico, o de su voluntad.
Existe el homenaje implícito al modernismo, en la figura del insigne Puig i Cadafalch, y el retrato de la Barcelona común que nos lleva por las Ramblas, la Laie, Portaferrissa y otras zonas de la ciudad con ágil perspicacia.
También encontramos la ironía. Por ejemplo, al referirse a un artículo encargado por la Enciclopedia Catalana, y responder que "te lo pagarán tan mal que te sentirás mejor si los haces esperar", o el "por qué sé tanto de coches si ni siquiera tengo carné de conducir". O detalles como la respuesta a la llamada de un cántaro de vino de l'Espluga, o la visita de Einstein a la Espluga de Francolí (real, y que casualmente menciono en la novela Ebro 1938, que Nowtilus publica en octubre de 2009). En cada mundo cuentan los sentidos.
También hay espacio para los consejos: "cuando las cosas no salen se debe comenzar por el principio, aunque nos dé la impresión de haber hecho el camino muchas veces y nos resulte repetitivo", o "no te fíes de los hombres que se disculpan a cada momento, decía mi abuela". Espacio para las citas: "Cuando la curiosidad desaparece, la gente se muere" (Ezra Pound). Espacio para los zarcillos de la uva tierna.
Y en la sombra la burguesía de Barcelona, susurrándole al Rey que no vale la pena "hacer la guerra si detrás no hay un objetivo comercial", sin contar "con la gente de las grandes urbes y sus recursos monetarios". Y en la luz la Iglesia, enigmática como el hotel rural Villa Engracia de las Masías de Poblet, desde donde se narra parte de la novela.
En resumen, ésta es una novela del estilo "artúrico", el de Pérez Reverte, en la que late el amor a la Edad Media mezclado con la intriga y la aventura, y el uso de las palabras, los ritmos, los sentidos que destila la buena poesía. La novela se ve tanto como se lee. Como si nos hubieran narrado la película visible a través de las grietas de la historia. Y si apuntábamos que en una trama todo empieza con la muerte de Ricard, en la otra es la muerte de la reina Leonor de Portugal la que nos lleva a comprender los secretos de la reina.
Así pues, Xulio nos ofrece algo más que entretenimiento. Algo más que historia. Algo más que misterios. Nos ofrece los paisajes, las atmósferas, los sentidos de dos épocas que se alzan sobre la oscuridad de los tiempos de crisis. Bien sean personales, bien comunitarias. Pese a que, como cantó Gamoneda en dos poemas distintos, "quizá soy transparente y ya estoy solo sin saberlo. En cualquier caso, ya/ la única sabiduría es el olvido"...."pero mi sueño vive debajo de tus párpados".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Generosa, detallista i interessant visió.

Gràcies!

X. R. Trigo