sábado, 11 de julio de 2009

LAS LAGRIMAS DE FLORENTINO


Por Rubén García Cebollero

A mis blancos amigos, porque una colorá vale más que ciento y una amarilla



Si esperara a la final de la Champions no tendría mérito. Ahora que parece que Florentino Pérez es el rey Midas y va a convertir Madrid en oro, y que parece que en el mundo no haya nada más que Cristiano, Kaká y compañía, he tenido un sueño (al estilo de M. Luther King) y he visto las lágrimas de Florentino, en la Champions, en el Bernabeu, en el 2010.


La final no la jugaba el Madrid. La jugaban el Liverpool y el Barça. Y la final era de infarto. Antes de llegar a ella se cruzaban con un equipo alemán y un equipo italiano. Después quedaba claro que lo que se celebran son los títulos y no las presentaciones, que es normal tener ilusión por lo que uno imagina magnífico pero que cuanto más se sube, más dura es la caída, más grande la decepción, más fanática la desmesura.

Hoy dicen que es envidia no bendecir la locura. Tal vez sólo Benzema se salve del desastre. Tal vez la gallina de los huevos de oro se convierta en la cagada blanca, en otro año en blanco, en la pesadilla de la impotencia. Tal vez "Kaká" ya sea un premonición significativa de que las camisetas no corren solas, ni los escudos derrotan por el nombre, ni el respeto se gana con petardos, fuegos artificiales y ruido.

Como decía una canción de Sabina: y hubo mucho ruido... y añado: mucho humo. Demasiado humo. Hasta que sople el viento y vuelva la cordura.

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