jueves, 27 de agosto de 2009

Verano


Por Raquel Casas


La niña se fumó un cigarrillo después de enterrar el gato. Sus amigas la miraban extrañadas y un poco asombradas por la sangre fría que había demostrado al recoger el gato del suelo con sus bracitos. Ninguna de ellas de atrevía a tocarlo, quizá sólo un poco con la punta del pie para comprobar que efectivamente estaba tieso.
Eran las doce del mediodía y las cuatro niñas paseaban los últimos días de vacaciones por el campo. Hacía calor y ninguna hablaba mucho. Vamos hasta el río a refrescarnos, sugirió una y cuando ya llegaban vieron una mancha oscura apoyada en un árbol. Las cuatro se acercaron lentamente y enseguida advirtieron que era un animalito. Hasta que no estuvieron junto a él no se dieron cuenta de que estaba muerto.
¿Está muerto?, preguntó una. Y la niña que escondía un cigarrillo robado en el bolsillo del vestido blanco se agachó, le puso una mano sobre el vientre hinchado y dijo que sí. ¿Qué le habrá ocurrido?, preguntó otra. Se habrá caído del árbol, pensó una en voz alta. Las cuatro miraron a la vez hacia arriba; era un árbol muy alto. Se quedaron pensativas unos minutos, no sabían qué hacer con él. Entonces, la niña del cigarrillo dijo tenemos que enterrarlo. Todas pusieron cara de asco porque el gato estaba rígido y algunos insectos recorrían su cuerpo. Pero ella lo cogió y lo estrechó sin importarle lo más mínimo su tacto de piedra.
Siguieron hasta el río y cerca de la orilla se pusieron a cavar ocho manos pequeñas. Dejaron el gato dentro con unas flores sobre su cabeza y empezaron a echarle tierra. Cuando terminaron clavaron dos palos en forma de cruz sobre la tierra removida y una piedra encima para que no se volaran con el viento. Con las manos sucias, la niña sacó un cigarrillo y cerillas. No era la primera vez que la veían fumar. Lo encendió y dijo ya está.


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1 comentario:

Laerke dijo...

La niña se fumó un cigarrillo después de enterrar el gato.

Raquel, tu estas fataaal!