miércoles, 4 de noviembre de 2009

Podeis estar tranquilas

Podéis estar tranquilas:
no me desangraré porque una piel adopte el color
de una playa cercana, o unos ojos escondan una llave,
una lengua esconda una cuchilla que corta el paladar.
No moriré por eso. Podéis dormir a pierna suelta.
Temisteis que quedase suspendido como un ventilador
¿En qué bar? ¿Con qué baile? ¿Cortando con las aspas?
Pero yo no cuelgo, no tengo práctica en, no calculo.
Moriré de algo vulgar (¿oxidación?) como las bicicletas,
como los toboganes demasiado pronunciados.
Algo así. Muerte de entre semana de ocho a tres.
¿Qué tal un lunes? En un supermercado con la tarjeta
extendida como una sonrisa. La cajera se coloca
el pelo hacia el lado, muestra unos labios frescos
sección de congelados, una mirada de oferta.
Moriré de algo parecido a un ataque de hambre.

5 comentarios:

Beatriz dijo...

José, tienes una víscera muuuuy potente, altamente regenerable. Brrrrr!!!

Estás escribiendo, por otra parte como todo el mundo, la historia de un idiota contada por él mismo? Son tus últimas voluntades para una muerte antiépica? Firmaste ya el consentimiento informado para apoplegía tal?

Mmmmm, las aspas cortando, cortando, cortando qué? Las saltarinas moléculas de O2? Qué aire de western anticlimático! Como la puta vida misma!

Un besazo, wapu. Dale a la víscera, tú que sabes;-)

José García Obrero dijo...

Sí Ester, tus comentarios centran el poema. Son como los libros de Cátedra que dedican media página a aclarar y puntualizar. En tu caso, además, parece que te has metido en mi cabeza porque es la atmósfera que imaginaba con ese ventilador lento, de saloon, dominó, borrachuzo en barra. Pero no voy a hacer testamento aún para muertes tan pequeñas y cotidianas.

Un beso.

Beatriz dijo...

Jaja! Vaya florecitas que me tiras, los libros de Cátedra, uh uh uh. Hacía siglos que no evocaba esa editorial, desde la uni, los primeros cursos antes de la especialidad, o sea, mogollóóóóóón de tiempo.

Jaja otra vez! Me encanta meterme en la cabeza de la gente. Es que me lo pones fácil, José,lo haces muy bien. Además es que yo, tapándome los ojos con la tirita negra típica de la TV española de hace 20 o 30 años, sí, sí, lo confieso, yo... iba para psiquiatra. Buf, suerte que me quedé por el camino!!! Vaya giro anticlimático también, jaja!!!

Besazo, wapu;-)

Carso dijo...

ese el tobogán de nuestra infancia, el que ahora está oxidado o apartado como los coches en los desguaces. pero no tú víscera, my friend, ni tu pluma, como tu muerte, que no será por falta de oxígeno.
abrazos a mares.

José García Obrero dijo...

Tus comentarios me dan un extra de óxigeno, Óscar.

Un abrazo.