miércoles, 9 de diciembre de 2009

Desierto

Por José G. Obrero


Decía que su garganta era un desierto.
Decía… ¿Te habló de una casita en San Francisco?
Lejos de Nevada, (el desierto no debe repetirse)
Decía...Decía beber y no saciarse, decía bendecir
el líquido, postrarse de rodillas en los charcos.
Y estaba convencida de que yo…Me llamó fuente
por tener humedad bajo los párpados, uñas azules.
Pero yo…era el vaso, era el jarrón, era la copa
que cae al suelo desde sus manos torpes.

4 comentarios:

Mercè Mestre dijo...

El teu poema té pinta d'amor fatal, d'història densa, densa, maleïda, de llamp a la sorra, de maledicció bíblica d'àngel d'autopista.

I, dimonis, m'agrada.

Un petó, José

Beatriz dijo...

El líquido elemento es un buen elemento para substituir a los becerros de oro que pueblan nuestras autopistas de cada día.

No sé por qué, pero tu poema me ha hecho pensar en Las Vegas, y en todas esas historias fatales de sex, drugs and rock&roll, acompañadas de desamor y desencuentro. Snif snif snif.

Besazo andaluz;-)

José García Obrero dijo...

Mercé, Ester, como siempre tan acertadas y halagadoras. Sí, hay un componente fatal, un componente bíblico, devoto, beato ("con esa abnegación del hombre ante su Dios" decía Cernuda de su enamorado), y algo de la atmósfera desértica y sórdida de París-Texas de Wim Wenders. Al menos esa era la intención.

Petons a ambdues.

Beatriz dijo...

París-Texas, una de mis pelis favoritas. Allí estuve yo mucho tiempo haciendo de cactus. Antes de que Wim Wenders viniera con Natasha & cia para rodar su peli.

Une femme fatale non-française, jaja!;-)