lunes, 4 de enero de 2010

Historia de una alubia (idiota) contada por mí misma


Por Ester Astudillo


Érase una vez que se era una alubia muy macarrónica fatigada de su naturaleza de alubia pinta, a la espera de poca cosa más que de emerger, mano humana mediante, del bote de cristal que la alojaba en el armario de la cocina para ir a parar por fin al puchero de los dueños de la casa, y de ahí a sus vientres, y … Bueno, obviemos el resto del peregrinaje que le aguardaba a la alubia hasta su destino final en alguna fosa oceánica, siendo ya no alubia propiamente, sino algún otro objeto cualquiera, cuya designación tiene m- de inicial.


Estando como estaba asqueada y hastiada, además de sola solita entre otras tantas alubias tan fatigadas, asqueadas y pintadas como ella, comadres en su mismo bote transparente en el armario de la misma cocina, quiso la pinta darle un giro a su humillante destino. Decidió que se iba a emparejar con una silla. ‘Y luego, dios dirá.’


Había observado largamente a su anhelado objeto de deseo, a través de las paredes vítreas de su cobija, imponente unos metros más allá del mármol que como alubia visitaba dos veces por semana. Aquel sí era un ser realmente diferente. No tenía ánima, lo cual representaba todo un avance. Era desproporcionadamente inmenso para sus raquíticas dimensiones de alubia estándar; le intrigaban sus cuatro extremidades tan bien puntuadas, y todavía más esa pieza a veces curvilínea, a veces perfectamente rectangular, en cualquier caso altamente erotizante, que se alzaba desde su vigoroso culo hasta la cúspide sillar. ‘¿Cómo iba a ser el sexo con una gigantesca silla?’


Sabía la alubia que su atrevimiento no iba a tener muy buena prensa. ¿Qué futuro le aguarda a una pareja alubio-sillar? ‘Cada oveja con su pareja. Y dios entre todos.’, oía ya trinando a sus comadres alubias. ‘Cochina envidia’, contraatacaba ella, aunque clamaba sólo para sí misma. Iba, además, a sudar tinta, ¡qué se le va a hacer!, en conseguir que el ama de su cocina la escogiera para el puchero –estaba muy abajito en su receptáculo; escalando puesto a puesto en la montaña de alubias podría tal vez situarse a la cabeza del pelotón, y así tener mayores probabilidades de hallarse entre las elegidas-; luego, antes de ser sumergida en el caldo hirviente, se las ingeniaría para saltar al suelo y rodar hasta los pies del destinatario de su pasión.


Quisieron los dioses y el cielo, que aquel jueves andaban faltos de ocupaciones, que la judía saliera de su cárcel como era su deseo y que sobre el mármol la colocaran tan al margen que fácil lo tuvo para abismarse y dejarse rodar hasta uno cualquiera de los 4 objetos llamados ‘silla’ que poblaban su cocina. ‘Uno por otro, tanto da, el que más cerca me quede.’


Y así fue que durante el asueto tras el ágape del puchero de la familia en la cocina de un anodino jueves, la alubia se ayuntó con la silla y tuvieron un sexo genial, aunque la silla, no siendo animada, poco tuvo que decir en el negocio. Se dejó hacer y ya está, toda la iniciativa la llevó la alubia. Ahora la pinta tiene su curiosidad saciada, al menos esa curiosidad en concreto. End of story. Exit both.

6 comentarios:

Carso dijo...

ester, este relato lo tienes que desarrollar con más picante (choricitos et al.) para la próxima semana erótica. Alubias con sillas, perversión donde las haya, vive dios!

paula dijo...

... y la silla como la alubia era pintá,descubrió tras el regocijo, que se habia tapizado con las huellas de su cuerpo y un alubión de posibles retorcieron sus muelles....mientras iba camino de la m... a cuatro patas y allí ambas siguieron haciendo idioteces entre un público de moscardones je,je.
Que imaginación sister,no he podido resistirme a meter cuchara en el culebrón....gracias me he divertido.
Un besazo ,que voy a liberar alubias mientras preparo la cena.

Mercè Mestre dijo...

Ay mocina, nun hay vida mas arrastrada que la de les probes fabes. Que andan d'arriba p'abaxu brincando y nun ganen ni pa panderus ni pa gaites.

Y mira, falando, falando, ya metimos la pata ne'l tiestu!

La abuela de la fabada

Beatriz dijo...

El próximo, en bable.

Víctor Manuel

Mercè Mestre dijo...

Eso. Y con coros del abuelo Víctor y la abuela de la fabada, agapimú!

Ana Belén

Beatriz dijo...

El abuelo fue picadooooooooorrrrrr!

Desde las entrañas de la mina, auuuuuu (lobo hombre en París, su nombre Denise). La neurona me derraapaaaaaaa! Ay ay ay. Bua! Snif snif. Cambio y corto.