jueves, 3 de junio de 2010

Casa retomada


Por Raquel Casas

Salimos a la calle y nos alejamos tras tirar la llave en la alcantarilla. Pero ya me estaba arrepintiendo; no podíamos dejar que ellos ocuparan nuestra casa, aquella de nuestros bisabuelos que tanto nos gustaba.
Así que nos armamos de valor, dimos media vuelta cogidos del brazo y nos plantamos ante la puerta haciendo un gesto obsceno hacia la ventana del dormitorio. Escapamos entre risas, ya más relajados, y nos dirigimos a una tienda de disfraces para elegir unos atuendos más indicados para nuestra misión. Yo elegí un traje de oso polar y ella uno regional, creo que de lagarterana, o algo por el estilo. Regresamos a la casa, nuestra casa, la casa que nos gustaba tanto. Llamamos a la puerta. Silencio. Llamamos de nuevo y esperamos unos segundos más. El traje me estaba dando calor y picores, quizá me saldría urticaria, pero bueno, no pasa nada, es la única manera de que no nos reconozcan y poder entrar de nuevo en casa, en nuestra casa, en la casa de nuestros abuelos, la casa que nos gustaba tanto.
No abrió nadie. Nos marchamos convencidos de que estaban dentro en silencio, muy callados, quizá escondidos para que nadie les oyera. Nos sentamos en un banco a esperar. Me quité la cabeza de oso para respirar mejor, también para rascarme, y pensamos en otro plan para el día siguiente ya que estaba anocheciendo. Debíamos buscar un lugar para dormir. Qué te parece ese portal, vale, vamos a quedarnos ahí esta noche. Total, por una noche
Nos despertamos muy temprano, nos colocamos los complementos de los vestidos otra vez y fuimos hacia la puerta de la casa, la casa de nuestros padres, la casa que tanto nos gustaba. Y llamamos, los dos muy dignos, muy serios. Esperamos un minuto, dos, tres. Al final alguien abrió la puerta; era un niño que se rió al vernos y nos preguntó si queríamos pasar. Le dijimos que sí y entramos lentamente en nuestra casa, la casa que nos gustaba tanto, la casa donde había vivido nuestra familia tantos años. El niño nos dijo que llegábamos tarde y que sus padres estaban en el sofá. A continuación cogió un balón y se marchó a la calle, a nuestra calle, la calle donde habíamos jugado con nuestros vecinos.
Nos acercamos al sofá y descubrimos que un hombre con un disfraz de tigre y una fallera nos esperaban para tomar el té y enseñarnos un gran álbum con viejas fotografías de su casa, la casa que tanto les gustaba, la casa donde habían vivido sus padres, sus abuelos la casa que habían comprado por primera vez sus bisabuelos.

**

7 comentarios:

Beatriz dijo...

Per un moment m'ha semblat estar llegint el guió de 'los otros'. Ara bé, no sé quin terme s'hi adiu més, si 'realismo mágico' o 'realismo siniestro'. Tu tens tirada al sinistre, Raquel. No sé si ets o no esquerrana, però...

;)

Raquel Casas dijo...

jajajajaja!! No, no ho sóc, només una mica txunga...de vegades ;)

Beatriz dijo...

Què no ets, esquerrana? O sinistra? ;)

Anónimo dijo...

Raky,genial.
Has trobat la cançó aquella q et deia...

burlanga.

Laerke dijo...

Oh, oh! Aquest crec que l'he pillat, oh sí, bien por mi! (A tu vull veure't jo vestida d'osset jajajaaaa!!)

*

Mercè Mestre dijo...

Si jo fos director comercial de la campanya de Bancaja, et comprava el guió.

R.P.M. dijo...

Entre misterio y simpática visión, un perfecto relato, Raquel.