martes, 1 de junio de 2010

Jules y los Cutty Luck


(extraído de la novela Punto de fuga de Carso)

La Knitting Factory estaba en la calle Leonard, en la parte baja de la ciudad. Cuando entramos había tres músicos en escena. Pedimos las primeras cervezas y justo después de sentarnos el grupo se despidió. El público aplaudió y ellos abrieron los ojos como regresando de algún sitio. Saludaron, se limpiaron el sudor y salieron por una puerta tras el escenario.

‘¿Ya está? Qué lástimas no haber venido antes.’

‘No, esto no ha sido más que el comienzo. Ahora tocan los Cutty Luck.’

‘¿Quiénes son?’

‘Es el grupo por el que hemos venido, tengo que hacer una entrevista a Jules, el saxo.’

Al poco Darío se fue en busca del tal Jules dejando libre su sitio junto a Laura. Ella charlaba con Luca y Daniela. Sammy sonreía. Me levanté discretamente y me senté a su lado. Esperé a que cualquier otro captase la atención de la conversación. Entonces secuestré a Laura, aunque fue ella quien hizo la pregunta.

‘Oye, al final ¿qué hiciste el otro día, en el museo?’

‘¿Qué querías que hiciera? –contesté- Te busqué y no te encontré, eso fue lo que hice. Luego volví a la residencia empapado.’

‘Sí, yo también me mojé. Fue una pena que no nos encontráramos, pero nos divertimos, ¿no fue así?’

‘Sí, hasta que te fuiste corriendo. La próxima vez seré yo el que me esconda, ¿vale?’

‘Me parece genial, pero no seas cascarrabias, no eches a perder aquella tarde. Al poco de haberme perdido intenté buscarte, pero después de dar mil vueltas por las salas del Metropolitan me cansé y salí fuera a ver si te veía. El caso es que antes de que empezara el gran chaparrón corrí de nuevo al parque y esperé donde el músico callejero a ver si se te ocurría venir.’

‘¿Fuiste hasta allí? Mira, otra vez si quieres jugar al escondite pactamos unas normas, una especie de cláusula de seguridad: si no nos encontramos en media hora quedamos en tal sitio. ¿Qué te parece?’

‘Que entonces el juego no tiene ninguna gracia. Anda, dame un cigarro.’

Por el rabillo del ojo vi acercarse a Darío. Disimulé. Saqué parsimoniosamente el cigarro del paquete para ofrecérselo a Laura y emprendí otra conversación. Darío se tuvo que conformar con la silla que yo había dejado libre. Alumbré el cigarro de Laura y dejé el encendedor sobre la mesa. Darío había sacado su propio cigarro y esperaba fuego con él entre los labios. Me di cuenta demasiado tarde, cuando ya había soltado el mechero, así que tuvo que darse fuego él mismo. Por suerte las teclas de un piano rompieron la tensión. Los Cutty Luck probaban sus instrumentos. Darío desvió su atención hacia ellos. Sammy, Luca y Daniela también. Miré en derredor y vi que todo el mundo se apresuraba a concluir las conversaciones. Alguien se levantó para pedir una ronda antes de que diera comienzo la actuación. Pero el pianista era un mentiroso: nadie estaba afinando los instrumentos. O tal vez sí, pero entonces no dejaron de afinar en toda la noche. Con los primeros acordes se incorporó el batería acariciando la caja. Entonces el saxo de Jules rompió la armonía con un tono totalmente ajeno al de sus compañeros. No contento insistió una y otra vez chirriando como un tenedor sobre un plato de porcelana, hasta que por fin entró. O más bien fue al contrario. Él seguía siendo un elefante dentro de un coro de iglesia, fueron ellos, los músicos primero y nosotros después, los que nos metimos dentro, como si el saxo hubiera creado una armonía nueva y nuestras orejas empezaran a entenderla. Nadie hablaba. Parecía que respirar estuviera prohibido, los cigarrillos y las velas encendidas eran el único pulmón que exhalaba aire, humo. El resto de bocas sorbían las bocanadas que escapaban del saxo. Un silencio en espiral salía de su agujero negro con bordes dorados. El saxo gemía silencio y los ojos iban a caerse por su boca. Si alguno hablaba era absorbido, borrado. La canción, la improvisación o lo que fuera que salía de sus labios se dilataba como si estuviera haciendo sexo, buen sexo. Pedimos otra ronda. El tiempo era un reloj sin agujas y el ritmo no estaba en los pies. No se podía ver a nadie siguiéndolo con las manos o chasqueando los dientes. Era como si toda la sala estuviera bailando, pero nadie se movía. El hombre del saxo sujetaba su instrumento como un encantador de serpientes que confunde su flauta con una cobra y la cubriera de besos. La mayoría del tiempo permanecía con los ojos cerrados, pero cuando algún destello le hacía abrirlos sus pupilas parecían haber dejado de bailar en aquel preciso instante quedando en posición desordenada, opuestas entre sí. Aspiraba el humo de los mil cigarros que revoloteaban en el aire y volvía a sumergir sus labios en el beso de metal, sus ojos bizcos en los párpados. Después volvía a deambular por el escenario llevando el saxo en volandas y jugando a la rayuela sobre los tres metros cuadrados de moqueta negra. Parecía perseguir algo, pero cuando uno llevaba un rato mirándole se daba cuenta de que era al revés, era la música la que le perseguía a él, era la música la que quería ser tocada por esos dedos y uno la veía en pentagramas de cristal hechos añicos, intentando recomponerse para colarse por la boca dorada del saxo, para caer en el agujero negro y poseerle como había hecho él con nosotros.

12 comentarios:

Montllanes dijo...

Hola, por un momento he creído que era un personaje de tu novela. Me he visto envuelta en esa música (que me encantó) y por una bruma espesa de humo blanco.

Felicidades,
Antonia

Beatriz dijo...

Mágicas palabras las tuyas, Carso. Mágicas, musicales, aéreas; me ha parecido estar presenciando una improvisación de jazz de verdad, en París, o en New York -esto contaminación de W. Allen seguro-, experimentando la sinestesia de la música, el humo, los afrodisíacos (???) yel sexo. Ahora ya no sé dónde tengo la oreja derecha ni si el ritmo lo sigo con la lengua. Tú no eres la Maga tampoco... eres un mago!!!

Muax muax;)

Carso dijo...

chicas, muchísimas gracias, no sólo habéis llegado al final de este post tan largo, si no que además me hacéis comentarios de esos que levantan los ánimos.
me encantó bailar con vosotras.

;-)scar

Beatriz dijo...

Idem, eadem, idem. Siempre es un placer bailar con alguien que sepa llevar el ritmo.

Muax;)

Mercè Mestre dijo...

A la pregunta: "¿Encontraría a la Maga?", el polígraf no engaña. La resposta és: NO, a la maga no se la troba; és ella qui et troba. I a tu t'ha trobat, Òscar.

Si no, com s'explica que s'hagi materialitzat en el teu relat?

Ai, Jules, Jules! (aquests mèdiums...)

Carso dijo...

aaaah la Maga, entonces era de verdad? tan real como la existencia de los cronopios y los gamusinos?
aaah, la Maga, cuantas horas perdidas en buscarla... y ganadas en dejarnos encontrar por ella.

José García Obrero dijo...

Ostia, Óscar, leí tu novela hace años y claro, Rayuela todavía no había caido en mis garras. Ahora, corrígeme (o no lo hagas) me ha recordado a un par de capítulos en que Oliveira, Gregorovius, la Maga y otros amigos, se reunen en un apartamento a escuchar jazz y Cortázar se dedica a describir algo tan difícil, tan etéreo, metabstracto, como es la música. Ni que decir tiene que lo de New York tiene mucho rollo y que la chica que juega al escondite puede ser la Maga emergiendo y desapareciendo por el laberinto parisino (y emergiendo de nuevo ante Oliveira cuando quiere, o cuando Oliveira cree que quiere). Pero sobre todo, sobre todo: olé tus güevos por tu descripción musical, tan difícil como describir el tacto de un color o el sabor de una caricia. Amen.

José García Obrero dijo...

PD: Los Cutty Luck se pueden llamar Morphine?

Carso dijo...

yo tb leí hace años Rayuela y no recuerdo con exactitud esa escena que describes, pero me cuadra perfectamente con la atmósfera y el atrevimiento de Cortazar.
por otro lado los músicos podrían ser perfectamente Morphine, oh yeah, perfectamente, aunque el nombre del grupo es un juego de palabras que pretende esconder el apellido de nuestro homenajeado. aunque nuestra querida filóloga inglesa seguramente podrá darnos alguna opción más valida.
besos en sí bemol.

Beatriz dijo...

Cutty Luck por Cort-azar? Jeje. A mí lo primero que me vino a las mientes fue el Cutty Sark, pero está en Londres, ergo... no cuadraba.

Muax;)

Carso dijo...

seguro que es el whisky que tomaban mientras escuchaban a Jules y los suyos.

;-)

R.P.M. dijo...

Novela, novelista y constructor de fugas. Esto ya no se puede más. Te ha quedado redondo. Uau..