martes, 21 de septiembre de 2010

Lecturas estivales

“El varón es un cometa y la hembra es una jirafa que te atrapa al vuelo.” No lo digo yo, sino Cayetano Zenón, el personaje de Ismael Grasa en De Madrid al cielo. Zenón es una mezcla entre Albert Pla y el protagonista de La cripta embrujada, y aunque sea un misógino y un misántropo no duda en vender su furgoneta (medio de sustento y hogar desde que le desahucian a media novela) para subvencionar el alquiler de Carmen, mujer de su amigo recién enchironado por asuntos que no desvelaremos por si alguien se acerca a sus páginas. Leída por sorpresa, secuestrada de los anaqueles en casa ajena donde un "lletraferit" no puede hacer sino que fisgonear y saciar su sed de vampiro, ésta ha sido la novela del verano. Especialmente recomendable para madrileños (va por vd., Zápiro) pues Zenón arrastra sus luces y sombras por la Cuesta de Moyano y el Parque del Retiro con profusión de detalles sobre el paisaje y paisanaje en el que se mezclan jubilados y heroinómanos, mirlos y esculturas de literatos.

Otro canalla es el protagonista de El heredero, sólo que en este caso el escenario es la Barcelona cool donde no acaba de encajar un argentino (“sí, yo también me avergüenzo de serlo” dice con cansancio su protagonista) que ejerce de falso heredero, falso pintor, falso saxofonista y verdadero truhán que después de engañar a todo el mundo acaba por engañarse sólo a sí mismo. Como la vida misma. Su autor, Mario Catelli, coincidió conmigo en la caseta del Raval que montamos durante el pasado Sant Jordi y hasta ahora no pude degustar su obra. Ácida y fresca.

A quien no os voy a presentar es a Andreu González, pero tal vez sí a su libro de relatos Safata d’entrada. Se trata de una colección de relatos de temática heterogénea que, sin embargo, poseen la misma ácida desenvoltura. Están agrupados en apartados como Misèries literàries, Coses de familia o Vides exemplars… A mi juicio, el logro de Andreu es crear textos literarios a partir de una materia de dudosa calidad como pueden ser los consejos publicitarios (alguna de sus recreaciones roza la hilaridad), correos basura o las respuestas negativas de los editores a autores como Auster o Coromines a quien niegan la publicación de su diccionario etimológico en una colección de novela fantástica pese a la estrambótica etimología que inventa el filólogo para la palabra “xiruca”. Jugosa macedonia de cítricos .

En tono nada jocoso se expresa Amin Maalouf en su León el Africano. Maalouf ficciona la vida de este andalusí del que poco se sabe llevándonos en un viaje que atraviesa la Granada decadente de Boabdil, la efervescencia de Fez, los misterios de El Cairo o las oscuras intrigas del Vaticano donde acaba como esclavo de un Papa. Maalouf nos hace transitar entre el auge de los cristianos que expulsan a los últimos moriscos de la península y el pavor que despierta el Imperio Otomano alzándose contra Occidente. Ideal para quien tenga en mente hacer un viaje a Granada o tierras árabes.

Por último, otra vuelta de tuerca. Quien haya leído a Carver o a Hemingway sabrá que sus cuentos beben de las turbias aguas de Chejov. Harto de escuchar este axioma cientos de veces me tomé prestado una antología del ruso con un prólogo de Richard Ford que prometía más de lo que daba (el prólogo, no la antología). La exactitud de la prosa de Chejov, el dramatismo bien llevado o la súbita aparición de una crisis que retuerce el relato no me han sorprendido por ya suponerlas o bien por haber leído antes a sus discípulos. Sin embargo, lo que me ha llamado la atención es la profunda irascibilidad, la agresividad latente, el ardor agazapado dispuesto a estallar en cualquier esquina del relato, y la frustración inherente a cada una de estas explosiones. Si Chejov hubiera nacido en Japón y no en Rusia, habría escrito haikus dinamitando la tradición: en lugar de describir la magia de una gota de rocío, sus 3 versos servirían para provocar la erupción del mismísimo Fujiyama.

En fin. El verano se acaba, pero la biblioteca es infinita.

4 comentarios:

Zápiro dijo...

De madriles ando, amigo Carso. Leyendo a Reverte y a JRJ, a ver si consigo cuadrar esto, que no hay manera. Así que a Moyano me lanzo, a por el Grasa.

Lo de Chejov y los haikus ha sido espectacular, chatu. Si no estaba dicho había que decirlo.

Por cierto que yo también entro mañana con una lectura estival. O Raquel suaviza un poco el jueves, o esto va a parecer el Pabellón n. 6.

Carso dijo...

A por ellos Zápiro. JRJ y Reverte juntos? Si Chejov levantara la cabeza se daría con la placa del Pabellón n. 6 en la cabeza!

salud!

Zápiro dijo...

Pues no, la verdad es que no pegan mucho. Del Juanra están saliendo ahora unos tomitos, casi levíticos, que han titulado Libros de Madrid; mientras que La batalla de Madrid, de Reverte, es puro cuajo y bombardeo. Macedonia de cítricos, en fins.

José García Obrero dijo...

Jopeta! (que diría mi sobrina) Andreu tiene que leer esto, encontrarse entre Chejov y Amin Maalouf le tiene que llenar de orgullo y satisfacción.
Vaya lector voraz estás hecho, hijo. Y vaya crítico estiloso. Por cierto, que me leí el mismo libro que recomiendas y no tiene desperdicio porque el prólogo de Richard Ford (que también ha mamado tela del ruso) es muy bueno y lo que viene después es genial. (Recuerdo, ah, un relato sobre la relación entre un hombre maduro y una jovencita casada que se encuentran de vacaciones sin sus respectivos, de una magistralidad increíble).
Pero bueno, Carso, se acaba el puto verano y ahora viene el tiempo de disfrutar del tiempo. A seguir leyendo, compadre.

Un abrazo.