miércoles, 27 de octubre de 2010

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Por José G. Obrero


Debería escribir algo para mañana, lo sé. Pero no tengo tiempo y el pequeño caudal de segundos se me escurre entre los dedos. Incidentes triviales: una llamada, un cigarrillo, otra vez el teléfono, ojear un libro, mirar por la ventana. Debería escribir algo para mañana y pienso en el afortunado que dijo no temer al folio en blanco porque siempre tenía algo con que mancharlo (me gusta ver como el fondo se cubre poco a poco de garabatos negros, ese contraste de opuestos. Me gusta tanto que desearía ser analfabeto para intuir sólo trazos y líneas en perfecto orden, irrumpiendo de izquierda a derecha y descendiendo luego al compás de mis dedos). Debería escribir algo para mañana y tiro mentalmente de mis temas: ¿un bar? ¿Desamor? ¿Un barrio periférico? ¿Alcohol? Pongamos que hablo de un bar que contiene la esencia de todos los placeres. Catedral satinada demorando los cuerpos. Abriéndose en el aire una nube de música se mezcla con el humo. Cada vez más miradas, en el bar. Un arquero, una valquiria en el bar. Pero no es lo que quiero decir. Debería escribir algo distinto, algo nuevo, hablar quizás del carnicero al que le traen la mejor carne de ternera que jamás he comido. Tiene unos brazos fuertes que usa con violencia para cortar dos entrecots idénticos. En cada sacudida del cuchillo aparece una cruz imperfecta a la altura del bíceps. O del aparcacoches que me increpa por no darle un cigarro llamándome entre esputos “burgués de mierda” mientras señala a los turistas un hueco donde no está permitido aparcar. Debería escribir algo. En realidad nunca debí empezar.

9 comentarios:

Carso dijo...

¿Estás seguro que el afortunado que no tenía miedo al papel en blanco no basaba su valor precisamente en ser analfabeto?
En todo caso lo del carnicero y el aparcacoches prometen. Pueden hacerse amantes o algo así.
;-)

José García Obrero dijo...

Sí, lo que se escribe nunca es en balde. Ahí he visto una historia a desarrollar en próximas semanas, entre costillares y coches en batería.
Por otra parte, el afortunado que decía no tener miedo al papel en blanco, efectivamente, debería tenérselo de vez en cuando. A lo mejor, con el tiempo, le compraba algún libro.

Un abrazo.

Unknown dijo...

Miedo, terror, pánico. Al papel blanco, al folio arrugado desde la frustración, al folio tachado desde la incapacidad, al folio roto desde la desesperación, al folio inmaculado después de una tarde hueca de palabras, al folio en el que se descubre lo horroroso que es lo que ayer parecía buenísimo, al folio carnicero que te saja por dentro,... Qué bien lo has contado, José. Un abrazo.

José García Obrero dijo...

Gracias Carles. Me ha recordado a una canción de Mastretta sobre el miedo a todo lo cotidiano (incluyendo al carnicero). Es un miedo necesario, nos previene de ser temerarios y escribir cualquier cosa, por ejemplo una anécdota japonesa para provocar con cutrez.

Un abrazo.

Carso dijo...

mi pesadilla particular al folio en blanco es la de que me corto las venas con él. ya sabéis, esos folios recién sacados del paquete, estiletes con forma rectangular, pálidos para mejor reflejas la luz de la sangre. el folio vampiro, el folio asesino que se venga por fin de que lo manoseemos a nuestro antojo con irregular suerte.
Mastretta, qué gran hombre, y la de los miedos, qué gran canción.

José García Obrero dijo...

Bueno, ahora ese miedo a ser cercenado por el folio (oye, buena historia para desarrollar) hay que tenerle más miedo a ser absorbido por la luz que irradia el blanco impoluto de la pantalla. Una nueva versión de Polstergeist en que el escritor aulla desde el otro lado de su portátil para que le rescaten las musas o el librero de la esquina.

Mercè Mestre dijo...

Lo mejor para el miedo:

Sentarse en una silla. Hacerse un gorro de papel de diario. Ponérselo. Autoproclamarse rei de algo mientras se van recortando triángulos en un folio. Esto me suena a metáfora o a algún cereal parecido.

;)

paula dijo...

je ,je si doblas el papel en blanco, haciendo triángulos, puedes construir una pajarita de papel y suicidarla desde una silla....un incidente trivial ,que bien puede dejar una metafórica nota de despedida:me dejo la tinta por el tinto :).
Aunque lo tuyo son los cuadriláteros, cuando quieras no escribir: llámame....será un placer leerte.

José García Obrero dijo...

Vaya dos, Mercé y Paula. Haré una mezcla: me pondré un gorro de rey para suicidarme con una sobredosis de Chococrispis. Sí, Paula, definitivamente tengo que volver a todos los rings, he mejorado el gancho de izquierda y el juego de cintura.

Petons a ambdues.