martes, 28 de diciembre de 2010

Triste figura


Por C. Rull

Se le secó el cerebro del mucho llorar y el poco dormir, y vino así a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció necesario y conveniente, tanto para el aumento de su pena como para el servicio de su patria, armarse de triste valor y salir por el mundo a difundir sus lágrimas.
Y lo primero que hizo fue presentar un programa nocturno de radio, “La noche de los suplicantes”, en el que los oyentes compartían penas, desahogos y entuertos; y cuando el índice de suicidios en la ciudad aumentó de manera alarmante también lo hizo su popularidad, de tal suerte que pronto usurpó la dirección de Onda Pena, y fue admitido en el consejo de redacción de la televisión y el periódico asociados a la cadena. Colaboraba incansablemente en revistas, tertulias, blogs y debates, y en breve aglutinó una legión de llorosos y deprimidos seguidores. En su boca oíanse sólo palabras como “crisis”, “desastre”, “ruptura”, “desolación”, “aflicción”, y así llenábanse por todo el país divanes, frenopáticos y consultorios.
Unos meses después fue elegido presidente del club de fútbol de la capital, y logró hacerlo descender a segunda división en una sola liga, y, con, él la moral de la nación y el orgullo patrio. En las calles, antaño alegres, oíase ahora poco más que sollozos, plañidos y vagas palabras de consuelo. El éxito de su demente proyecto andaba cerca: fue entonces cuando decidió entrar en política y fundó su propio partido. Los psicólogos eran sus más acérrimos partidarios.

1 comentario:

Mercè Mestre dijo...

Pardiez, parecióme reconocer en semejante lamentosa figura la de harto número de congéneres que viven de prodigar penas por los medios para desdicha del alma alertada y del bolsillo del consumidor agalerado y para mayor refocile de la mano que mece el mercado.