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Miro hacia atrás y sólo encuentro un lejano y dolorido olor a brezo.
Aún nada alienta en la alameda de los sueños y ya el carro de los cómicos se aleja lentamente.
JULIO LLAMAZARES en La lentitud de los bueyes
Por Ester Astudillo
Tiempo hubo, hubo un tiempo en que los hombres-buey
transitaban las lindes de los campos.
Entonces el dolor no era aún síntoma: era refugio,y el arriero acogía la muerte sin ruido,
la paja del camastro ardía en la pira comunal después
o servía de lumbre para el puchero.
Es poso hoy ese tiempo.
No vale volver la cabeza y admirarse.
Las calendas no responden a aquella cadencia de piedra
anterior a los dioses, los jardines, las promesas.
Los hombres-buey no atienden a la ley de la rueda:
la que pactaron con su amo fue una servitud gentil
hecha de muérdago, brezo y almizcle,
remedo de sol y nieve y heno.Luego el hilo con el huso, el álamo,
se añadieron al ajuar de barro y pasto.
No existe precio para la libertad
de una tregua en los campos.
La sangre la mece el calor de las ortigas, el beso y el deseoantes del amor. Antes de que la siega abulte los arcones.
Los arrieros desconocen las palabras y la paz
para pintar el frío del lucero. Aunque duerman al calor
de las brasas lentas hundidas en su propia mansedumbre.
Ningún apremio.
Mandil, cántaro, azogue y guirnaldason sólo nombres antiguos para los ciclos del año,testigos mudos;
acaso la herrumbre del olvido.
4 comentarios:
De lo mejor que te he leído, Ester.
Potser els homes-bou bíblics han desaparegut dels nostres camps, però pels asfalts s'arrosseguen les seves versions B, que som nosaltres.
Alta cuina literària, sí senyora.
Jaja, a la vejez, viruelas, que decía mi madre. Este poema estaba condenado a no ver la luz: es antiguo y lo colgué ayer en ausencia de más alternativa, nació de un momento y una tesitura muy concreta que ahora me quedan muy lejanos. A mí no me gusta nada, pero te agradezco tu comentario, Bruno, ahora que nos morimos...
Versió B, Mercè? Vols dir que no som X, o Z?
Gràcies a tots dos ;)
es un poema para leer sentado en un colina. ahora que es primavera y el trigo verdea, las amapolas ofrecen testimonio de esa herrumbre, sangre oxidada en cada pétalo. brillo de memoria, que no de olvido.
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